miércoles, 24 de febrero de 2010

La Invasión de los Ladrones de Cuerpos

Usted será el siguiente…




Los manuales de psiquiatría definen el Síndrome de Capgras como el trastorno psiquiátrico en el que el afectado cree que una persona conocida suya ha sido substituida por un doble idéntico en todo. El buen aficionado al cine de terror, al oír esta descripción de una patología médica existente en la realidad, sin duda no podrá evitar un escalofrío mientras en su mente se dibuja la imagen, en blanco y negro, de una vaina de habichuelas gigante que jugaba un papel estelar en una de las películas más inquietantes del género. Como sin duda has adivinado desde el mismo momento en que comenzamos a hablar de dobles, vamos a hablar de La invasión de los ladrones de cuerpos.

Como de costumbre, aquí toca avisar que vamos a desvelar detalles de la trama de la película.
La invasión de los ladrones de cuerpos, dirigida en 1956 por Don Siegel, se basa en una novela por entregas escrita por Jack Finney en 1954, Los ladrones de cuerpos. Kevin McCarthy interpreta al doctor Miles Bennell, médico de familia en Santa Mira, una pequeña ciudad de California, el típico lugar provinciano donde nunca pasa nada que tanto gusta a los autores del genero de terror. Recién llegado de un congreso, el doctor Bennell se encontrará con un aluvión de casos de personas que parecen sufrir el trastorno del que hablábamos al principio. En la pequeña ciudad, además, parece flotar un ambiente extraño. Sin embargo, no le da mas importancia, limitándose a desviar estos pacientes a un psiquiatra de confianza. Así la película transcurre sin demasiados sobresaltos, hasta que aparece el cadáver.

De rostro inexpresivo, con las huellas digitales borradas, el extraño cadáver aparece en la casa de un amigo del doctor, y marca un punto de inflexión en la película. A partir de su aparición, la tensión ira en aumento, especialmente desde el momento en que el cadáver revive, y más tarde el mismo doctor encuentra otro de estos cadáveres en los sótanos de la casa de su antigua novia. Parece que la acción se desata. Pero pronto aparece la figura del psiquiatra para poner orden. Todo ha sido un episodio de histeria. No había nada especialmente extraño en el primer cadáver, y en cuanto al segundo, solo existía en la mente de los testigos. Con la luz del día, efectivamente, todo parece retornar a la normalidad, e incluso los pacientes afectados por el extraño síndrome comienzan a recuperarse. Pero todo es apariencia, claro. Esta a punto de entrar en escena otro de los protagonistas, seguramente el icono más recordado de esta película: las vainas de semillas gigantes.

Un fuerte aplauso para nuestro invitado de honor, por favor.

En efecto, cuando el doctor y sus amigos están celebrando lo que parece el fin de sus problemas con una muy americana barbacoa en el jardín, el doctor, mientras busca algo de queroseno con que encender la barbacoa rebelde –por semejante pecado contra el paladar de sus invitados, el doctor sin duda se hace acreedor del justo castigo de ser asesinado y reemplazado por un doble- descubre las terroríficas hortalizas gigantes, y todos son testigos de cómo de ellas brotan los misteriosos cadáveres. El médico trata de dar la alerta, pero todos sus esfuerzos no pasan mas allá de la operadora de la central telefónica. Es ahí cuando se revela que la historia de los dobles no es un delirio paranoico, sino una aterradora realidad, y que estos misteriosos seres controlan la ciudad.

A partir de este momento es cuando la película se desborda en una apoteosis de paranoia pura. Nadie es de fiar. Todo el mundo puede ser parte de la conspiración. Los personajes se ven empujados a una constante huida, mientras son testigos como los dobles salidos de los vegetales se preparan para invadir los pueblos cercanos. Además, deberán luchar contra el sueño, ya que es precisamente durante este cuando las copias surgidos de las vainas copian la memoria de sus victimas y viven. Al final, solo quedará el doctor, perseguido por todo el pueblo. La película debía acabar con el doctor Benell en medio de la autopista, gritándole “usted será el siguiente” a los conductores que se negaban a detenerse, pero ese final resultaba demasiado pesimista para la productora, que impuso un final más esperanzador, en el que un fortuito accidente demuestra que la delirante historia que ha contado el loco que la policía ha recogido en medio de la autopista era real y puede darse a tiempo la voz de alerta.


Final del spoiler.

Mucha gente señala como un defecto de esta película el hecho de que en ningún momento se explica como consiguen los suplantadores deshacerse de los originales una vez completada la copia. Sin embargo, para mí esto no es un fallo, sino un acierto de la película. El intentar explicar este hecho podría desviar la tensión psicológica de la película a un escenario truculento y sin duda poco creíble. Y en el fondo, ¿qué nos importa si los dobles desintegran, devoran o simplemente entierran en el jardín a sus victimas? Bástenos el hecho de que las quitan de en medio discretamente, y sigamos con la historia.

Sin duda el punto fuerte de esta película es la sensación, el aura de paranoia pura en que envuelve al espectador. Una impresión que está muy lejos de ser un inocente divertimiento. No olvidemos que esta película se estrena en 1956, y el macartismo, aunque ya declinando poco a poco, aún estaba en el recuerdo. Así, no es difícil darse cuenta de que esos dobles exactos desprovistos de toda emoción, dispuestos a conquistar primero la ciudad, y después el mundo, son una metáfora evidente del quintacolumnista a las ordenes de Moscú, con el cerebro lavado, al que hay que descubrir a tiempo, antes de que te convierta en algo inhumano. Si, hay que estar alerta, desconfiar de tus vecinos, tus parientes… podrían ser zombis al servicio del Poder Rojo. De nuevo han llegado los comunistas del espacio exterior a arrancarnos un escalofrío.

De esta película se han hecho hasta el momento tres remakes, uno muy digno en 1977, a cargo de Philip Kauffman, otro olvidable en 1993, a cargo de Abel Ferrara, y el mas reciente de 2007, a cargo de Oliver Hirschbiegel. Pero sin duda es el original, con su blanco y negro y sus hortalizas gigantes de papel maché, el que más honda impresión ha dejado en el aficionado al género. Una película por la que no pasa el tiempo, y que, aún hoy, sigue dando miedo.

Nada más por hoy. Espero que se hayan entretenido, y recuerden, vigilen siempre a sus vecinos. Podrían no ser lo que parecen…

Este articulo fue escrito originalmente el 28-03-2007 para el sitio Mondofriki.com, y revisado y actualizado con nuevos datos para su publicación en este blog

No hay comentarios:

Publicar un comentario