domingo, 31 de enero de 2016

En busca del fuego, una odisea neanderthal.

Hace ya algún tiempo hable aquí del clásico de la Hammer de aventuras cavérnicolas de 1966 Hace un millon de años. Una película icónica, ciertamente, pero muy poco creíble. Por muy potentes que sean, en su faceta de mito erótico, esas imágenes de una Raquel Welch impecablemente peinada y depilada a la cera, en una imposible Edad de Piedra con dinosaurios incorporados, reconozcamos que son bastante risibles. Y sin embargo, la historia de un cavernícola expulsado de su propia tribu y obligado a vagar viviendo aventuras por el duro mundo prehistórico, que encuentra el amor en una tribu ajena más avanzada que la suya, y regresa a su antiguo hogar, trayendo bajo el brazo el progreso, para convertirse en un líder, es muy potente narrativamente. ¿No habría alguna forma de contar esta misma historia, pero de una forma mucho más realista, retratando la prehistoria con toda su épica brutalidad y sordidez, con toda la mugre y la miseria que asociamos al hecho de ser un cavernícola? En 1981, de la mano del director Jean-Jacques Annaud, por fin podemos ver la respuesta a esta pregunta en el clásico franco-canadiense En busca del fuego.



Basada en una novela homonima publicada en 1911, obra de J.H. Rosny, en realidad un pseudónimo conjunto usado por los hermanos Joseph y Séraphin  Boex, escritores belgas también conocidos como Rosny el mayor y Rosny el joven, En busca del fuego (también conocida en Latinoamérica como La Guerra del fuego, una traducción más exacta del título original La Guerre du feu) nos narra de forma espectacular la épica odisea de tres cavernícolas en busca del bien más preciado de la pehistoria: el secreto del fuego.