sábado, 4 de septiembre de 2010

Pasaporte para Pimlico

Mi barrio, mi país...

De cuando en cuando, el aficionado al cine siente la necesidad de apartarse un poco de las grandes sagas cinematográficas de nuestros días, con su impresionante escenografía y sus asombrosos efectos visuales, y bucear un poco en el viejo blanco y negro, para desenterrar joyas de unos tiempos en los que las buenas historias debían llegar donde no llegaban las limitaciones técnicas del momento. Historias como esta:

Pasaporte para Pimlico, película del año 1947 de los estudios Ealing, dirigida por Henry Cornelius. Humor inglés en estado puro, una sátira mordaz sobre el patrioterismo barato, como solo los ingleses son capaces de conseguir. Estamos en el Londres de postguerra, en Pimlico, un barrio de clase trabajadora. Al hacer estallar una bomba alemana sin explotar de la reciente guerra, se descubre un sótano secreto, en el que aparece un tesoro del siglo XV. Junto con el oro y las joyas, se encuentra un cofre que contiene documentos. Examinados dichos documentos, se descubre que el tesoro perteneció al duque de Borgoña Carlos el Temerario, históricamente dado por muerto en la batalla de Nancy, que propició la anexión del ducado a Francia, pero que según dichos documentos habría logrado huir secretamente a Inglaterra, donde el rey le concedió refugio y tierras, y el derecho a que dichas tierras fuesen consideradas en adelante territorio soberano borgoñón. Las mismas tierras sobre las que ahora se levanta el barrio de Pimlico, que en virtud del documento desenterrado, y nunca revocado, es legalmente el último resto del antiguo Ducado de Borgoña, y por tanto, un estado independiente en medio de Londres.