viernes, 15 de junio de 2012

Mercaderes del espacio.

Quizá una de las preguntas mas clásicas de la ciencia-ficción es ¿cómo sería un mundo dominado por las grandes corporaciones? La respuesta es obvia, ya vivimos en ese mundo, pero seguramente por ello es uno de los interrogantes clásicos del género. A fin de cuentas, muchas veces la ciencia-ficción solo usa el futuro como metáfora del presente. Hoy me propongo rastrear los orígenes de este enfoque temático, hasta la que tal vez pueda considerarse la primera obra en plantearse esa incógnita: Mercaderes del espacio.


Mercaderes del Espacio, novela de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, publicada en 1954, se adelanta tres décadas en el tiempo a la moda, que popularizará en los 80 el cyberpunk, de presentar sociedades dominadas por megacorporaciones y conglomerados empresariales en la que el individuo ha sido despojado de cualquier poder de decisión, y solo vale en cuanto que consumidor. Hasta la publicación de Mercaderes del Espacio, el consumismo podía formar parte del paisaje distópico, pero siempre había detrás el poder absoluto del estado totalitario como origen de la distopía. Mercaderes del Espacio cambia este enfoque, siendo la primera obra en sugerir que la distopía podía no solo originarse por la masiva concentración de poder por parte del estado, sino también por su contrario, la total deserción del estado de sus responsabilidades de control.

A continuación se desvelan detalles de la trama.

Como es habitual en este tipo de historias, en algún punto del futuro la sociedad ha acabado siendo dominada por las grandes corporaciones, que ostentan el poder, no solo fáctico, sino incluso político, con sus propios representantes en el Congreso. Y de entre todas estas corporaciones, las mas poderosas son las dedicadas al negocio de la publicidad. Las firmas dedicadas a la publicidad han acabado por dominar conglomerados empresariales formados por las mismas marcas cuyos productos promocionan. La Sociedad Fowler Schocken es probablemente la mas poderosa de estas firmas. Acaba de hacerse con la exclusiva de un proyecto arriesgado, pero con grandes posibilidades de lucro futuro: la promoción de la primera expedición de colonos al planeta Venus, y un joven ejecutivo, Mitchell Courtenay, es ascendido a jefe de publicidad y puesto al frente del importante proyecto.

Mitchell Courtenay es brillante y ambicioso, y cree ciegamente en un mundo regido por la religión de las ventas. Esta dedicación obsesiva a su profesión le ha llegado a costar su matrimonio con una cirujana brillante pero un tanto idealista, pero ni aun así se ha llegado a cuestionar la sociedad en que vive. Pero eso esta a punto de cambiar. Su repentino ascenso ha provocado envidias, y Courtenay acabará siendo víctima de un complot. Secuestrado, es embarcado con la identidad falseada en un transporte que lleva mano de obra semiesclava a una plantación en Costa Rica. Evidentemente, no es creído cuando despierta a bordo y clama ser un jefe de publicidad. La única forma de probar su verdadera identidad sería ser reconocido por alguien de su círculo social, pero su nueva identidad de peón agrícola, en un mundo rígidamente estructurado en castas, hace impensable cualquier posibilidad de tal contacto. Si Courtenay quiere volver a su lujosa vida anterior, tendrá que ingeniárselas para escapar. Pero la oportunidad no tarda en presentarse.

Uno de los capataces de la plantación con quien Courtenay ha trabado una cierta amistad un día le entrega un panfleto. Es una hoja de propaganda de la temida Asociación Conservacionista Mundial, un grupo clandestino conocido popularmente como "los consistas", radicalmente opuesto al hiperconsumismo cotidiano de esa sociedad, y acusado de gran cantidad de actos de sabotaje y terrorismo. Unirse a los consistas, aparte de ser peligroso, viola todos los principios de Courtenay, pero es una posibilidad de volver a su mundo. De los consistas se rumorea que están infiltrados en muchos lugares influyentes, así que merece la pena probar. Courtenay acepta unirse al grupo, y usa su talento como publicista para elaborar efectivas campañas de propaganda subversiva para ellos. Su prestigio en el mundo clandestino crece, y con ello la esperanza de ser reclamado para cometidos mas importantes y regresar así al mundo urbano que mejor conoce. Pero mientras tanto, casi inadvertidamente, la dura vida como miembro de la casta mas baja y la ideología consista han ido agrietando su sistema de creencias, y Courtenay empieza a dudar de cosas que siempre había dado por sentadas.

Fin de la zona de peligro de spoilers.

En la forma de narrar la historia hay un cierto tono satírico. Hay pasajes en que se cambia el sentido de dichos o expresiones populares, o momentos en que se recurre a exageraciones, como el presidente de la compañía jactándose de poseer un lujoso Cadillac a pedales, o el protagonista, orgulloso de su presuntamente lujoso apartamento de 10 , para subrayar lo grotesco de la sociedad en que se desarrolla la historia, en la que a pesar de las evidentes carencias de productos de primera necesidad (gasolina o espacio edificable, respectivamente) los personajes siguen creyendo ciegamente vivir en el mejor de los mundos posibles, remarcandolo con afirmaciones que a nosotros nos parecen absurdas.

Mercaderes del Espacio es, en todos los sentidos, una novela adelantada a su tiempo. Se adelanta al espíritu de su época presentando temas como la superpoblación, la contaminación, la crisis petrolera... que no comenzarían a ocupar los miedos de la humanidad hasta una o dos décadas mas tarde, y también se avanza hasta tres décadas al clima social de desconfianza hacia el excesivo poder corporativo que surgió con las políticas de Thatcher y Reagan, y que, junto con la explosión de la tecnología informática, fue fundamental en el nacimiento del cyberpunk. Hoy nos parecen temas bastante comunes, pero en los años 50 había que ser muy visionario para interesarse por unos temas que se apartaban tanto del temor a la guerra atómica, que dominaba el genero por entonces.

En resumen,  un clásico que todo buen aficionado al género debería conocer.

1 comentario:

  1. Suelen servir esos futuros alternativos para generar una dinámica antimercatista. Nos olvidamos fácilmente de que "mercado" no es igual a "Gran Corporación". Ni siquiera un mercado global lo es. Saludos, Ákrata.

    Dantés.

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