jueves, 19 de septiembre de 2013

Pesadillas, de Katsuhiro Otomo

Hará cosa de una semana, gracias a algunos comentarios de amigos en Facebook, descubrí en esa red social la comunidad Satán Es Mi Señor. No se asusten por el nombre, no tiene nada que ver con death metal, velas negras y sacrificios de cabras. Es un grupo que se dedica a criticar la arquitectura pretenciosa o alienante (ellos la califican de satánica, de ahí el nombre). Con gran sentido del humor, además. Les recomiendo que lo visiten, si son habituales del caralibro. Se reirán, y además aprenderán cuatro cosillas de historia de la arquitectura moderna. El caso es que leyendo algunos comentarios, y viendo algunas fotos allí publicadas, recordé una miniserie de cómic de terror en la que esa misma arquitectura mastodóntica que ahí era objeto de fiera critica juega un papel fundamental. Se trata de la espectacular Pesadillas (童夢 Dōmu), del autor de manga japonés Katsuhiro Otomo. Así que la rescate de la estantería donde juntaba polvo, convencido de que, con las imágenes y las historias de algunos sonados fracasos urbanísticos que acababa de conocer frescas en la memoria, me seria mucho mas placentero adentrarme en las opresivas imagenes de inmensos edificios de apartamentos que enmarcan este sangriento drama de horror paranormal. No me equivocaba.


Pesadillas fue publicada en su idioma original entre 1980 y 1982 en formato de serie, y posteriormente como novela gráfica en 1983, pero no apareció en español hasta la gran explosión de la moda del manga y el anime japonés de los años 90, de la que Otomo fue uno de los grandes protagonistas gracias a su serie (y posterior adaptación al anime) más recordada: Akira. La buena aceptación que tuvo entre los lectores esta historia apocalíptica llevo al editor de la misma en español (la editorial Norma) a sacar al mercado la versión española de esta miniserie de terror urbano ganadora en 1983 del Nihon SF Taishō Award (Gran Premio de Ciencia Ficción del Japón), en la que, al igual que en Akira, los personajes con poderes psíquicos y la violencia extrema son el sello distintivo.


A continuación se desvelan detalles de la trama.

En una ciudad no identificada de Japón, la policía esta investigando un caso de aparente suicidio en un complejo residencial compuesto por varios gigantescos bloques de apartamentos. Sin embargo, algunos detalles no encajan con un escenario de suicidio. Además, esta es la última de una serie de muertes extrañas y violentas acontecidas en el vecindario en los últimos tres años, lo que hace que los edificios empiecen a adquirir una fama siniestra de lugar maldito. El inspector Yamagawa, a cargo de la investigación, sospecha de la posible existencia de un asesino en serie, y centra sus pesquisas en los habitantes del complejo de apartamentos, especialmente en aquellos que muestran desordenes de personalidad y conductas antisociales. Pero el caso se complica al morir primero uno de los policías de uniforme que vigilaban el vecindario tras la última muerte, y después el propio Yamagawa mientras investigaba la zona, ambos de forma muy similar al resto de las víctimas.

El caso pasa entonces a las manos del inspector Okamura, el cual, mientras visita el lugar de los hechos, es sorprendido por una aparición fantasmal del inspector Yamagawa en los pasillos del edificio, que desaparece enseguida. Mas tarde, investigando una nueva y también extraña muerte violenta en la zona, uno de sus subordinados, el inspector Takayama, presencia otra aparición similar del mismo policía fallecido, lo que le lleva a consultar a una curandera y vidente, que se ofrece a acompañarle a visitar la zona. Pero cuando iban a ingresar al solar del complejo de apartamentos, la vidente sufre un repentino ataque de pánico, y escapa, no sin antes advertir a Takayama que el lugar esta poseído de una potente fuerza maléfica, y que todos corren peligro de muerte. Antes de huir, le da una críptica advertencia: "cuidado con los niños".

Durante todo este tiempo, dos de los habitantes del vecindario han pasado desapercibidos a los investigadores: un anciano sénil llamado Cho, y una niña llamada Etsuko. Pero poco a poco una serie de indicios nimios y aparentes casualidades hacen que los investigadores comiencen a percibir que de algún modo todo parece girar alrededor de ellos. Es en ese momento cuando todo se desborda en una violenta apoteosis de caos y destrucción.



Fin de la zona de peligro de spoilers.

Parece haber cierto consenso entre los aficionados al género que buena parte de la inspiración para crear Pesadillas es consecuencia de una temporada que Otomo vivió en un edificio-colmena similar al que sirve de marco para la acción en la obra. En la edición americana de la serie se menciona como fuente de inspiración la noticia del elevado numero de suicidios que se habían producido en un complejo residencial del estilo del de la historia situado en las afueras de Tokio. En cualquier caso, una cosa queda muy clara a primera vista al lector. La arquitectura no es banal en esta historia. Ese entorno urbano tan opresivo no fue elegido como escenario porque si. Muy al contrario, tiene un papel fundamental en el desarrollo de la trama, así que conviene que nos detengamos a examinar el tema.

La inspiración arquitectónica en Pesadillas.

La historia de Pesadillas tiene lugar en un grupo de edificios con unas características muy definidas: están situados en un solar relativamente cerrado al resto de la ciudad, a la que se puede decir que dan la espalda, estando las entradas de los bloques de apartamentos encaradas hacia espacios ajardinados internos, las puertas de los apartamentos de los vecinos se abren a largos pasillos abalconados integrados en la misma fachada del edificio, las formas son geométricas, la ornamentación inexistente, la escala giganteca... todo esto son características de un estilo arquitectónico real muy concreto, que aparece tras la II Guerra Mundial, llamado brutalismo. Este nombre no es una referencia sarcástica a la estética brutal de los edificios construidos según esta norma, sino al hecho de que los materiales en bruto usados en la construcción no se esconden de la vista del publico. El hormigón de la fachada no se cubre con un enlucido posterior de materiales mas nobles. No se esconden los bajantes de las tuberías, los depósitos de agua, las canalizaciones de los distintos servicios. Todo esta a la vista. Es una estética de extremos, que no deja indiferente: la odias a muerte o la amas con fanatismo, no hay termino medio. Por lo general, es ensalzada por iniciados (arquitectos, urbanistas) y odiada por el ciudadano de a pie.

Esta estética, además, surge acompañada de un ideario utopista. Se persigue el sueño de crear ciudades perfectas, en donde la monotonía arquitectónica seria un símbolo del ideal igualitario que se pretendía. La belleza aparente es rechazada en favor de la eficiencia y la economía en la construcción. Es una moda que sera adoptada ferviéntemente en la Unión Soviética y sus países satélites en base a estos planteamientos igualadores, pero también en Occidente, donde se construyen barriadas enteras, generalmente para asentar población de núcleos marginales o procedente de la emigración rural a las ciudades. Uno de los mayores proyectos ejecutados siguiendo esta norma, y de los considerados mas representativos de la misma, es el complejo de Park Hill, en Sheffield, Gran Bretaña, cuya similitud con la urbanización ficticia de la obra de Otomo es notable.
 
Diversas vistas del complejo residencial Park Hill, en Sheffield, Gran Bretaña.

Evidentemente, que algo sea ensalzado por los intelectuales no significa que el ciudadano de a pie vaya a estar de acuerdo. Toda moneda tiene dos caras. Las grandes colmenas brutalistas desde siempre han sido tachadas de edificios feos, de aspecto frío y deprimente. Los espacios cerrados, aislados entre bloques de pisos, las rampas de hormigón y los largos pasillos han sido criticadas por ofrecer escenarios propicios al vandalismo y la delincuencia. Prácticamente ninguno de estos grandilocuentes proyectos de desarrollo urbano escapo de la leyenda negra. Es un entorno que  la ficción pocas veces visita para contar bellas historias de amor, sino mas bien historias sórdidas de miseria y violencia.  De alguna manera, disparan en nuestra psique la idea de un lugar amenazante, peligroso.

Otomo acierta pues de pleno al usar como escenario para su cuento de terror moderno un edificio de la mas estricta ortodoxia brutalista. No solo eso, sino que aprovecha al máximo todas las características de la norma arquitectónica para construir espacios de terror donde narrar la historia. Esos largos pasillos abalconados (las llamadas "streets in the sky" por algunos de los primeros seguidores de la norma arquitectónica brutalista) serán escenarios de terroríficos encuentros con lo paranormal. La sensación de aislamiento de los vecinos entre si y del conjunto de esos respecto a la ciudad sera habilmente explotada para construir un espacio de tensión psicológica donde al lector le queda claro desde el principio que esos edificios son un lugar malsano, donde todo mal es posible. Las amplias panorámicas que dibuja Otomo nos causan una sensación de agorafobia, y profundizan en la idea del ser humano aplastado por la arquitectura, indefenso ante fuerzas tan titánicas como los monstruosos edificios que lo rodean. En todo momento percibimos la presencia de una amenaza indefinida, incrustada en el entorno.

En resumen, Pesadillas es una excelente historia de horror psicológico que nos demuestra que la arqitectura más moderna es tan efectiva a la hora de narrar un cuento de terror como la mas destartalada mansión victoriana. Probáblemente, incluso más.

3 comentarios:

  1. ¡Satán es mi Señor! ¡Nada me espanta!
    Qué bueno Katsuhiro Otomo. Gracias por el post.
    ¡Heineken!

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  2. Paco, me llamo claudio y vivo en santiago,..capital de chile y dejame decirte que me sorprendiò vuestra pluma digital, ojalà fueras escritor de novelas...agorafobia!! yo hace años que me trato con medicaciòn. esa insufrible e invisible percepcion...aca a las afueras de santiago hay un complejo habitacional terrible, es antiguo y posee escaleras de hormigon gruesas..que casi flotan, la villa portales. yo fui como el año 99' con un amigo de quellos años..pasè susto "brutal" jaja

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