jueves, 17 de noviembre de 2011

Ronin, de Frank Miller. Un samurai cyberpunk.

Aunque probablemente cuando salga publicado lo hará con otra fecha, este artículo lo comencé a escribir el día 15 de Noviembre. Ese mismo día Frank Miller, una de las leyendas del comic, se despachaba con unas descalificaciones bastante penosas contra el movimiento Occupy Wall Street, rama norteamericana del movimiento global de protesta que en España y gran parte de Latinoamérica han dado en llamar Los Indignados. No entraré a valorar unas declaraciones que se caen por su propio peso, más allá de decir que quizá tienen que ver con la floja acogida que su última obra, Holy Terror, una historia sobre un héroe enmascarado que lucha contra Al Qaeda, y que el propio Frank Miller ha definido como una obra de propaganda, está teniendo entre público y crítica. Pero el detalle de que alguien que en su día fue tan grande tenga que recurrir a trucos tan burdos para hacerse publicidad (que hablen de mi aunque sea mal) deja un mal sabor de boca a quienes conocimos la grandeza pasada de su obra. Es por ello que he pensado en hablar aquí de una de las obras fundamentales de dicho autor: Ronin


Una serie protagonizada por un cyborg samurai. No me digais que la cosa no promete.



Ronin es la obra que encumbró a Frank Miller en el Olimpo del mundo del comic. Publicada por DC entre 1983 y 1984, en formato de miniserie de 6 números, con guión y dibujo del mismo Miller, y color de Linn Varley, está considerada como una obra fundamental del género, de la que gran cantidad de obras posteriores (abarcando un abanico tan amplio como para incluir títulos tan dispares como Kill Bill o Las Tortugas Ninja) se confiesan deudoras. Pero por su parte también es una obra que bebe de una tradición anterior, y en ese sentido es importante reseñar que quizá sea el primer comic occidental que se declara expresamente influenciado por el manga japonés, muy especialmente por la serie Kozure Ōkami (El Lobo Solitario y su Cachorro) de Kazuo KoikeGoseki Kojima. Si alguien quiere una prueba del reconocimiento de la deuda que Frank Miller tenía con esta serie, baste decir que dibujó las portadas para la edición occidental de la misma.


 

Izquierda: portada del número 1 de Las Tortugas Ninja, donde se aprecia claramente su condición de caricatura del grafismo de Ronin
Derecha: Una de las portadas que Frank Miller dubujó para la edición occidental de Kozure Ōkami 

De hecho, toda la obra habla japonés. No es solo la temática, samurais y tecnología futurista, sino el mismo estilo narrativo. La disposición de las viñetas, de los bocadillos de texto, el dibujo mismo, con gran abundancia de lineas cinéticas... todo ello nos evoca el manga. Hoy día ya hemos visto de todo, pero hemos de tratar de imaginar que debía ser leer un comic como este a principios de los 80, con tal cantidad de cosas nuevas, exóticas. Realmente, podríamos hablar de una autentica revolución, de una obra pensada para una nueva generación de lectores.


 A continuación se desvelan algunos detalles de la trama

La historia comienza en el Japón feudal. Vemos a un joven samurai que, tras ver morir a su maestro a manos de su enemigo, el demonio Agat, y sintiendo que le ha fallado, se dispone a suicidarse mediante el ritual del seppuku. Pero es interrumpido por el fantasma de su maestro, que le impone la misión de vengar su muerte, matando al demonio con la única arma que puede destruirle: una espada mágica que él mismo ocultó antes de morir. Así, el joven samurai se convierte en ronin, o samuri errante, y tras hallar la espada que ocultó su maestro, finalmente logra entablar un duelo con Agat, en el que ambos quedan heridos de muerte. Sin embargo, el agonizante demonio aun tiene tiempo de lanzar una maldición, de forma que su alma y la del ronin quedan atrapadas en la espada mágica.

En este punto, la historia salta al futuro, a una Nueva York distópica y decadente, dominada por las bandas callejeras, en medio de la cual la corporación Aquarius, una empresa de tecnología biónica, ha construido un enorme complejo fortificado, controlado por una inteligencia artificial llamada Virgo, que trabaja en equipo con un joven mutilado que posee poderes telepáticos llamado Billy Challas. Billy ha estado teniendo unos sueños extraños sobre el Japón medieval. Investigando los mismos, Virgo halla una noticia sobre un accidente ocurrido en un laboratorio mientras se examinaba una antigua espada japonesa. Se trata, como el lector ya habrá deducido, de la espada mágica, y en ese accidente han quedado liberadas las almas del ronin y del demonio Agat.

Billy reconoce la espada de la noticia como un elemento de los que aparecen en sus sueños. En ese momento suenan las alarmas. Se trata del demonio Agat, que viene a por Billy, que esta poseído por el alma del ronin, de ahí sus sueños. En ese momento, Billy/Ronin recuerda toda la historia de su vida pasada y, tras equiparse con prótesis biónicas, escapa. Agat entonces cambia de estrategia, asesina y a continuación suplanta la personalidad del fundador y presidente de Aquarius, Taggart, para usar las fuerzas y la tecnología de la corporación con el fin de crearse un nuevo ejercito. Asimismo, envía a la jefa de seguridad de Aquarius, Casey McKenna, una de las típicas amazonas a la que Miller nos acostumbraría en su obra posterior, a la caza de Billy/Ronin por las calles de una Nueva York apocalíptica. Pero durante el transcurso de su misión, Casey comienza a sentirse atraída por el ronin...

 Fin de la zona de peligro de spoilers


En resumen, Ronin es una serie llena de acción. Muestra gran cantidad de los elementos de la obra posterior de Frank Miller: la ciudad como selva, el culto a la estética sadomasoquista, el icono de la mujer guerrera, la violencia retratada de forma explícita... también supuso un nuevo estilo narrativo en el mundo del comic, reivindico el manga japonés y abrió el camino para su desembarco en Occidente durante la década siguiente. En resumen, supuso una autentica revolución en el Noveno Arte. Por eso es una obra imprescindible para el aficionado, y creo que a su autor casi pueden perdonársele algunas excentricidades de divo.

Solo casi, ojo.

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