Mi barrio, mi país...
De cuando en cuando, el aficionado al cine siente la necesidad de apartarse un poco de las grandes sagas cinematográficas de nuestros días, con su impresionante escenografía y sus asombrosos efectos visuales, y bucear un poco en el viejo blanco y negro, para desenterrar joyas de unos tiempos en los que las buenas historias debían llegar donde no llegaban las limitaciones técnicas del momento. Historias como esta:
Pasaporte para Pimlico, película del año 1947 de los estudios Ealing, dirigida por Henry Cornelius. Humor inglés en estado puro, una sátira mordaz sobre el patrioterismo barato, como solo los ingleses son capaces de conseguir. Estamos en el Londres de postguerra, en Pimlico, un barrio de clase trabajadora. Al hacer estallar una bomba alemana sin explotar de la reciente guerra, se descubre un sótano secreto, en el que aparece un tesoro del siglo XV. Junto con el oro y las joyas, se encuentra un cofre que contiene documentos. Examinados dichos documentos, se descubre que el tesoro perteneció al duque de Borgoña Carlos el Temerario, históricamente dado por muerto en la batalla de Nancy, que propició la anexión del ducado a Francia, pero que según dichos documentos habría logrado huir secretamente a Inglaterra, donde el rey le concedió refugio y tierras, y el derecho a que dichas tierras fuesen consideradas en adelante territorio soberano borgoñón. Las mismas tierras sobre las que ahora se levanta el barrio de Pimlico, que en virtud del documento desenterrado, y nunca revocado, es legalmente el último resto del antiguo Ducado de Borgoña, y por tanto, un estado independiente en medio de Londres.
Pasaporte para Pimlico, película del año 1947 de los estudios Ealing, dirigida por Henry Cornelius. Humor inglés en estado puro, una sátira mordaz sobre el patrioterismo barato, como solo los ingleses son capaces de conseguir. Estamos en el Londres de postguerra, en Pimlico, un barrio de clase trabajadora. Al hacer estallar una bomba alemana sin explotar de la reciente guerra, se descubre un sótano secreto, en el que aparece un tesoro del siglo XV. Junto con el oro y las joyas, se encuentra un cofre que contiene documentos. Examinados dichos documentos, se descubre que el tesoro perteneció al duque de Borgoña Carlos el Temerario, históricamente dado por muerto en la batalla de Nancy, que propició la anexión del ducado a Francia, pero que según dichos documentos habría logrado huir secretamente a Inglaterra, donde el rey le concedió refugio y tierras, y el derecho a que dichas tierras fuesen consideradas en adelante territorio soberano borgoñón. Las mismas tierras sobre las que ahora se levanta el barrio de Pimlico, que en virtud del documento desenterrado, y nunca revocado, es legalmente el último resto del antiguo Ducado de Borgoña, y por tanto, un estado independiente en medio de Londres.
A partir de aquí, se desata el absurdo. La siguiente noche los parroquianos del lugar, animados por la cerveza, obligan al tabernero a mantener abierto el pub local después de la hora obligatoria de cierre, y cuando se presenta la policía para desalojar el local, se niegan a hacerlo, alegando que son un país extranjero, y por tanto no tienen porque obedecer las leyes inglesas. Pero a la mañana siguiente la broma ya no es tan divertida, cuando el barrio aparece tomado por hordas de estraperlistas, que vienen a vender abiertamente toda clase de artículos del mercado negro en sus calles, y ahora es la policía quien se niega a intervenir porque carece de jurisdicción en el ducado de Borgoña. A partir de aquí los acontecimientos se van enredando, la alta política se mezcla en el asunto, y todo se va volviendo cada vez mas y mas absurdo, regalándonos escenas de lo mas grotesco, como solo el humor inglés es capaz de conseguir: un puesto de aduana en mitad de la calle, donde un policía le contesta a una señora, irritada por tener que hacer una larga cola y presentar su documentación para comprar en su tienda de siempre, con un flemático: "señora, yo no tengo la culpa de que usted vaya a hacer la compra al extranjero", los vecinos cortando la vía del metro que atraviesa el barrio, e irrumpiendo en los vagones para pedir pasaportes a los pasajeros, usando el sello del colmado local como visado, el bloqueo del barrio por parte de la policía de Londres cuando las negociaciones con los vecinos, que pronto ven en el asunto la ocasión de conseguir mejoras para el barrio, se tuercen, y los ingeniosos trucos usados por los habitantes del barrio, y por quienes les apoyan fuera de él, para romper dicho bloqueo (impagable la escena del cerdo lanzado en paracaídas) Una película divertida, que te hará reflexionar de una forma amable pero inteligente sobre lo absurda que puede llegar a ser la política.
Recomiendo encarecidamente antes de visionarla escuchar algún noticiario político. A poder ser, que contenga las declaraciones de algún político nacionalista, henchidas de fervor patrio. Eso potenciará el humor de la película, y la apreciareis mucho mejor.
Posiblemente, la película que mes me ha gustado de la Ealing. Más incluso que 'Whisky a go go' o El quinteto de la muerta. Pero es probable que sea por lo que dices: cachondearse del nacionalismo es algo maravilloso.
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